«Y si en vez de trabajar bajo presión, ¿lo hacemos bajo pasión?»

«Y si en vez de trabajar bajo presión, ¿lo hacemos bajo pasión?». Así llevaba por título la sesión de Javier Angulo para estudiantes de nutrición de la Facultad de Farmacia y Nutrición UNAV el pasado 5 de marzo. El autor de «Alimentarse con sentido común» animaba a los más jóvenes a animarse a dar los primeros pasos en el mundo de la nutrición, haciendo de su futura profesión su auténtica pasión.

¿Aún no conoces su libro? Alimentarse con Sentido Común es el libro para empezar a adquirir hábitos para aprender a comer siendo feliz. Son siete capítulos más un octavo de conclusiones, y cada uno de ellos está dividido en varios subcapítulos que dan información suficiente para disponer del conocimiento y de las herramientas necesarias para afrontar el cambio.

Eso sí, Javier Angulo está en contra de las dietas. Comer adecuadamente no está en contra del placer gastronómico, tan solo es cuestión de aprender a elaborar multitud de menús con los excelentes ingredientes naturales y saludables que nos ofrece nuestro querido planeta. De alguna manera, «somos lo que comemos». Pero, la verdad, en demasiadas ocasiones, «no comemos lo que deberíamos comer» de acuerdo a nuestra genética. Durante nuestra evolución ha cambiado algo nuestra estructura anatómica, hemos modificado totalmente el estilo de vida y en forma más marcada nuestra alimentación, pero con un patrimonio genético preparado para otro estilo de vida y otro tipo de alimentación, lo cual «pasa factura», en menor o mayor grado. Ha cambiado el ambiente, ha cambiado el entorno, pero no debemos olvidar que nuestra genética sigue siendo la misma.

En resumidas cuentas, la segunda edición trae educación nutricional y sentido común, ¡no hay más! Ya nadie te engañará con «una nueva dieta» donde quizás la próxima que llegue sea la de la «Tortuga Araña de Madagascar», la del «Rinoceronte de Java», la de la «Sopa de algas laminarias de color pardo», la de los «Espárragos trigueros», la del «Sésamo negro», la del «Jugo de hígado de tigre» o la de los «Rabanitos blancos». Simplemente no os las creáis. Somos más inteligentes de lo que creen quienes las inventan.